Primera parte
Tal día como hoy se me ocurrió en
uno de mis paseos cuando me pareció ver el embrujo de una casa en ruinas, una
sombra alargada que luego resultó ser mi sombra que me acompañaba y me dije a
mí mismo. ¿Dónde tengo mis fantasmas?
¿Dónde están que no los veo? ¡Sin
embargo, no sientes que no vas solo! Hablas contigo mismo, te cruzas tus
pensamientos, sorteas charcos y tiras como un niño una piedra al río para ver
si lleva agua, si hace ruido., oirás un sapo que se esconde entre la maleza.
¡Te paras para verlo y salta hasta perderlo de vista! Sigues el camino, seguro
vendrán más sombras que bajo tu pensamiento se hace amigo o enemigo
Introducción
En un lugar de la Mancha cuyo nombre
era el “Condado del Blanquillo” también conocido como el “Condado de Melitón”
hace mucho tiempo vivió un hidalgo caballero sin oficio conocido. Por nombre
Don Simplón, no sabemos a qué obedecía, más parecido a un apodo o a un
descortés aumentativo. Aunque de edad frisaba los cincuenta, parecía por su
forma menuda y algo acoplada de menor edad. La tez morena, el cabello
ligeramente ondulado, con ciertas canas que parecieran no molestarle. Los ojos
ligeramente verdosos, cejas sobradas, pelos de la barba entre negros y blancos
de poco contenido. Orejas soplonas que parecían ruedas de molino, de aquí le
vendría una cierta sordera. A pesar del tamaño de los tímpanos, apenas si
escuchaba, por lo que tenía normalmente que repetir la frase para escucharse a
sí mismo. Manos con dedos cortos, uñas bien pulidas. Tenía costumbre de
arreglarse y cuidarse, no fuera a quedarse en el camino y que lo vieran con
mala guisa. No era muy alto, aunque tampoco la
gente que le rodeaba gozara de aquel privilegio, sin embargo, iba
ligeramente encorvado por un problema que tuvo a los pocos años de nacer. Como
todas las clases sociales de la época de la época, nadie estaba contento con su
nacimiento. De hidalgo a caballero había un gran trecho. Aunque la distancia no
pareciera impórtale rozando la cuarentena, dejo de trabajar sí, pudiera
llamarse trabajo del quebranto a la ociosidad. Algo aventurero en sus sueños se
acrecentaron cuando en sus manos empezaron a caer los libros de caballería que
por aquella época eran los más abundantes y conocidos. No tuvo muchas
relaciones con la gente de la aldea. Vivió solo con una hermana que murió a los
veinte años, por lo que casi media vida se vio obligado a apañarse en su casa
como podía. Especialmente cuidadoso era en los detalles, sobre todo le gustaba
agudizar el oído y enfilar los ojos para retener en su mente cuanto veía. Le
daba mil vueltas a todo. Tenía espíritu inquieto, de amigos pocos, de enemigos
muchos, pues nadie lo miraba con buenos ojos: pensado “huraño y alejado del
pueblo”. Sin embargo, el mismo decía, que “no es como te veas, sino como te ven
lo que forma al final tu sentido de la vida”. La religión fue importante en
algunas etapas de su vida, según alguna conveniencia. Su fe no era de roca, y
muchas veces influenciada por algún que otro sermón del cura que por turno
viviera en la aldea. Tenía gran respeto al futuro, a la muerte más, y esto le
atormentaba, especialmente por las noches donde las sábanas de la cama parecían
atraer todos los fantasmas que pululaban por la ventana. Tenía siempre un
crucifijo al que besaba continuamente, creyendo que de esa forma “el cristo no
lo abandonaría”. En las charlas menudas de pocos sermones, conversaciones
cortas y convincente con las pocas ideas que tenía como sustento en su vida: el
amor a su tierra, a su pequeña aldea, al campo, a Castilla, al honor y a la
vida. Tuvo de pequeño solo un amor en su vida. Frisaba los veinte cuando
conoció a la moza vecina de la aldea. Aunque estuvo muchos años fuera, sus
padres, comerciantes de cáñamo, tenían continuamente que viajar, especialmente
por Extremadura y algo menos por Andalucía. Esto sin duda marcaría gran parte
de su vida, pues por los comentarios y
charlas en “la casilla”, que tuvo con los padres y con la hija llamada
Dulcinea, evocó desde joven el pensamiento de que algún día tendría de conocer
aquellos reinos, especialmente el de Granada, al que con mucho gusto y tacto
los padres de Dulcinea nombraban. Aunque fue aprendiz de escritor, de tanto
tiempo cultivar el oficio de la poesía, su cabeza convirtió de pluma en espada
y de ociosidad en aventura, se le secó el poco cerebro que tuvo. Cierto día,
entretenido en sus pensamientos, se le acercó un fantasma de los que cultivaba
en su cabeza y en uno de sus paseos por el campo cuando salió se encontró una
moneda con la cual conversó. El fantasma no era sino su sombra con la que
últimamente no se despegaba incluso en la noche. También le acompañaba con
cruel tormento de no poder apenas si dormir más de una o dos horas.
La Moneda
Cierto día paseando por el campo vio
una moneda. ¡Qué suerte encontrar en mitad de este campo una moneda de oro!
Alguien seguro la habrá tirado, pues, no creo que en vez de cebada se cultiven
monedas., también puede ser— se preguntaba que alguien despistado la hubiere
perdido, lo cual entendió perfectamente, pues esa era su condición., incluso
por pensar también le vino a la cabeza que algún día en uno de sus paseos se le
hubiera caído a él mismo. Empezó a darle vueltas su cabeza por encontrar cuál
solución. ¡Si la moneda no era suya, alguien vendría a buscarla! ¿Qué hago, la
dejo en el mismo sitio, la guardo y me la llevo, la vendo o con el precio de
ella me compro un pedazo de campo?
¡Pero que necesito de esto si ando
sobrado de todo! Al día siguiente, encontró por sorpresa, en lugar de una, dos
monedas. ¿Qué hago, me llevo las dos monedas o las dejo en el mismo sitio?
¡Quizás donde hoy hay tres mañanas
haya cuatro y gran negocio hago! A la mañana siguiente, encontró un libro. ¿Qué
es esto? ¿Será algún mensaje que alguien quiera darme?
El libro persiguiendo a
mis fantasmas
En estas estaba cuando al abrir el
libro titulado” Persiguiendo a mis fantasmas: Historia de caballeros” vio que
trataba sobre las aventuras de un Ilustre caballero de la Mancha que no hace
mucho tiempo vivió en un pequeño Condado cuyo nombre no se mencionaba porque
según dice» no es bueno citar los nombres de los lugares por donde pasan los
caballeros que eso es cosa de escritos de poca monta” Situar los lugares y
sitios más propios de novatos que se quieren dar fama ellos mismos. Los grandes
caballeros solo citan aventuras que le suceden y procuran deshacer entuertos,
socorrer a viudas y hacer justicia.
Una vez abierto el libro se dijo
¿Que hago, lo dejo en el mismo sitio, no vaya a ser que alguien lo hubiera
perdido y venga mañana a buscarlo? A la mañana siguiente, encontró el libro
abierto y en el prólogo una dama clamando justicia le dijo a un caballero que
por suerte pasaba por aquel lugar: ¡Justicia, Justicia! Esto le hizo pensar en
ponerse en lugar del caballero, desfacer el entuerto que la ilustre dama le
habían ocasionado aquellos desarmados que sin honor y honra a la dama habían
ultrajado llevándose el baúl donde sus joyas conservaba, y el honor, que era
peor remedio que la propia enfermedad “Más si yo pudiera encontrarme dentro del
libro y dejarme arrastrar por la belleza que sin duda debe tener esa dama
afligida, y consolarla con mi mano, y golpear fuerte en aguerrida batalla con
mi caballo volando por los campos de Castilla, y deshacer la ofrenda,
entregando el honor perdido a la dama, y adentrarme en el mundo de caballería”
Antes de dormir nuestro caballero
cenando ligero, pues era su costumbre para que no le sonaran las tripas por la
noche, se reclinó en la cama y con la luz del candil encendido abrió el libro,
y después de ver a la dama que voces daba como si estuviera en la mesma
habitación comenzó la lectura que relato a continuación.
Estimado lector, antes de comenzar, a narrar el
libro que tiene entre sus manos, un pequeño apunte aclaratorio. Este libro, en
el que se narra las aventuras del Ilustre caballero nacido en tierra de
Castilla en la célebre comarca de San Carlos del Valle, allá por el año 1555,
pretende ser un homenaje de una parte de su vida en la que alcanzaría su sueño
convertido en realidad. Nada hubiera sido posible si su cabeza distraída se
hubiera llenado de fantasmas que en forma de sombras hubieran alimentado un
sueño. Cabalgar por el mundo imaginario, con su caballo, su lanza y su querido
compañero, quizás menos cuerdo que el mismo que relata este escrito, pondrá una
vez terminada su vida en pergamino todo lo que a su juicio ocurrió durante el
periodo de su ya alargada vida que en apenas dos décadas fueron suficientes
para llenar el libro que aquí título “Persiguiendo a mis fantasmas, historia de
caballeros” precursor de otros ilustres libros que con su propio acento y sin
grandes pretensiones quedará escrito para ser leído por la persona que en sus
manos caiga. Ojalá buen uso de este haga y no queme en la hoguera o haga
despropósito que no sea otro que dar a conocer la vida de este Ilustre
caballero y de todo lo que en él se relata. No pretendo copiar ni imitar a
ninguno, que cada uno tiene su acento, su tiempo, su vida y su historia.
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